Las molestias y la interrupción del sueño que suponen los cambios de hora estacionales dos veces al año para los estadounidenses van más allá del resentimiento y tienen fundamentos. Nuevas evidencias demuestran que todos seríamos un poco menos propensos a la obesidad y los accidentes cerebrovasculares (ACV) si elimináramos el cambio, sostiene un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

El estudio investiga cómo la implementación de horarios estándar permanentes o de verano afecta la salud. El mismo presenta un análisis de los cambios en las políticas horarias en EE.UU. y su asociación con la salud pública.

Sugieren que, al incorporar patrones de luz solar a nivel de condado, políticas horarias y datos de salud con modelos circadianos, el cambio al horario estándar permanente conllevaría una disminución en la prevalencia de accidentes cerebrovasculares y obesidad.

Resultado del modelo circadiano

Los investigadores utilizaron un modelo circadiano que incorpora datos de luz solar a nivel de condado y encontraron que un cambio hacia un horario estándar permanente podría reducir la prevalencia de obesidad en un 0.78% y de accidentes cerebrovasculares en un 0.09%.

Por otro lado, el horario de verano permanente también mostraría una disminución en ciertos casos, aunque menor.

Los efectos de estas políticas horarias varían según la latitud y longitud en EE.UU., sugiriendo que la región geográfica juega un papel crucial en la eficacia de estas políticas en relación con la salud.

Horarios y sus consecuencias en la salud

El estudio expresa que muchos países, incluido Estados Unidos, han adoptado cambios estacionales en las políticas horarias, como el cambio entre el horario estándar (SDT) y el horario de verano (DST). Si bien la transición entre ambos tiene notables impactos negativos agudos en la salud de la población, el impacto crónico de estas políticas horarias en la salud no se ha evaluado adecuadamente.

Para estimar entonces el impacto del SDT o el DST permanentes en la salud, modelaron el impacto circadiano del SDT, el DST y el Cambio Bianual (BAS) a lo largo de un año en los Estados Unidos continentales contiguos. Observamos que el BAS genera una mayor carga en el sistema circadiano en comparación con el SDT o el DST permanentes.

Al analizar estos datos en relación con los datos de salud a nivel de condado (conjunto de datos de lugares de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades), observaron que, en condiciones idealizadas de exposición a la luz y tras controlar los factores socioeconómicos y de salud, se observaría una disminución en la prevalencia de la obesidad 0,78% [(0,06% a 1,49%)] y accidente cerebrovascular [0,09% (0,04% a 0,14%)] bajo el SDT en comparación con la política actual. La prevalencia de la obesidad [0,51% (0,09% a 0,93%)] y accidente cerebrovascular [0,07% (0,04% a 0,09%)] también disminuiría con el cambio de horario permanente, aunque en menor medida.

Concluyen que los datos reflejan el impacto de la política horaria en la carga circadiana y los consiguientes beneficios para la salud, lo que respalda la eliminación del horario de verano.

Manifiestan que el cambio de “adelantamiento”, en el que el horario social se adelanta una hora, tiene consecuencias negativas notables que incluyen aumentos en los ataques cardíacos y accidentes automovilístico, así como disminuciones en el sueño, la vigilancia y el compromiso laboral. Mientras que el cambio de “retroceso”, en el que el horario social se retrasa una hora, no ve estos mismos efectos negativos.

“En individuos con cronotipos tardíos (es decir, tipos vespertinos) y aquellos que viven más al oeste en su zona horaria, las transiciones también tienen un impacto amplificado durante un tiempo más largo después del inicio de la transición”, indica el estudio.

Debido a estas consecuencias para la salud pública, muchas sociedades científicas profesionales apoyan la eliminación del cambio horario, entre ellas la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño, la Sociedad para la Investigación de los Ritmos Biológicos, la Fundación Nacional del Sueño, la Sociedad de Investigación del Sueño y la Asociación Médica Estadounidense.

Debido a las implicaciones teóricas de una mayor exposición a la luz matutina, cada sociedad apoya la adopción del cambio horario durante todo el año. Sin embargo, este acuerdo no es universal, acotan.

Cambio de hora en el rendimiento académico y laboral

Los cambios de hora generan una desincronización del reloj biológico interno que afecta tanto el rendimiento académico como el laboral.

En el ámbito académico, los horarios escolares que no respetan los ritmos circadianos naturales provocan menor atención, rendimiento y mayores ausencias, especialmente en adolescentes que son cronotípicamente más nocturnos y duermen menos cuando deben entrar temprano a la escuela. La evidencia muestra que retrasar el inicio escolar mejora el rendimiento académico y disminuye las ausencias por enfermedad.

En el ámbito laboral, estos cambios horarios pueden causar una reducción temporal en el rendimiento cognitivo, con impacto negativo en la atención, memoria y toma de decisiones. Además, se incrementa la somnolencia diurna, la procrastinación y el riesgo de accidentes laborales, afectando la productividad.

La adaptación implica un periodo en el que se pueden presentar cansancio y dificultades para dormir hasta que el reloj biológico se sincronice con el nuevo horario.

Por lo tanto, los cambios de hora influyen negativamente de forma transitoria en el desempeño académico y laboral debido a la desincronización del reloj biológico, alteración del sueño y reducción de la alerta diurna.

Ajustes paulatinos en los horarios de sueño y alimentación pueden facilitar la adaptación y mitigar estos efectos adversos.

Implicaciones para la salud pública

El estudio subraya la importancia de considerar los patrones circadianos en el diseño de políticas horarias. Recomienda la eliminación del horario de verano como una medida para mejorar la salud de la población afectada por los cambios de horario.

Asimismo, se sugiere la necesidad de más investigaciones sobre la interacción entre la política horaria, los ritmos circadianos y otros factores que impactan la salud pública, así como su aplicación en distintas regiones con características geográficas y demográficas diversas.