La temperatura ambiente influye en el nivel de apetito, tanto la registrada a lo largo del día como aquella específica en el momento y en el lugar en el que estamos comiendo. Si se reduce la temperatura aumenta la ingesta de alimentos, mientras que con el calor el consumo disminuye. Sin embargo, los médicos y expertos en nutrición advierten sobre algunos hábitos desfavorables que adoptamos para tratar de combatir el calor y de los que en ocasiones no somos conscientes pero que son muy nocivos si se quiere mantener una alimentación saludable y un buen control del peso.

“Nos encontramos con que cuando aumenta el calor se abusa de refrescos, zumos industriales, cerveza, helados y bebidas y alimentos similares con muchos azúcares, alto contenido calórico, escaso valor nutricional y poco poder saciante”, señala Violeta Ramírez, coordinadora del grupo de trabajo de Alimentación y nutrición de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC).

Que la temperatura afecta al apetito y a la ingesta es una cuestión de la que existe evidencia científica desde hace décadas, según explica Javier S. Perona, científico del CSIC y profesor de nutrición  en la Universidad Pablo de Olavide y autor de un artículo titulado ¿El aire acondicionado engorda? que ha dado lugar a algunas interpretaciones desvirtuadas.

Ya en los años sesenta del siglo pasado se llevó a cabo un estudio con ratas expuestas a altas temperaturas, por encima de 35ºC y se comprobó que en estas situaciones los animales comían poco o incluso dejaban de comer, explica Javier S. Perona. También se han desarrollado investigaciones en humanos, entre ellas una con soldados británicos que pasaban 12 semanas destinados en Bahrein, trabajando a altas temperaturas, y en quienes se vio que reducían su ingesta un 25%  en comparación con soldados que permanecían en el Reino Unido.

Otro estudio realizado con personas empleados en oficina reveló que aquellos que trabajaban a más temperatura consumían menos calorías, a razón de 85,9 kcal menos por cada grado centígrado de diferencia.

El mecanismo por el cual reducir la temperatura ambiente aumenta el apetito no está claro pero se ha sugerido que puede tener que ver con la necesidad de generar más calor corporal, explica Javier S. Perona. “A altas temperaturas comer generara aún más calor, por lo que se reduce el apetito, así como la actividad digestiva y la tasa metabólica”.

Cómo afecta el aire acondicionado

A partir de estos datos y otros Javier S. Perona se ha preguntado cómo puede afectar el uso del aire acondicionado al nivel de saciedad y, por tanto, a la ingesta de alimentos. “Lo que está claro es que si se reduce la temperatura, aumenta el consumo de alimentos”, señala este experto, lo cual no permite concluir que no existe ninguna evidencia que relacione el uso de aire acondicionado con el peso corporal o la prevalencia de obesidad pero sí con el apetito y la saciedad.

La temperatura en el momento concreto de la comida

Con respecto a cómo afecta al apetito la temperatura en el momento concreto de la ingesta, Javier S. Perona indica que es esa temperatura la que resulta determinante si bien “también el apetito se ve afectado, aunque en menor medida, por aquella a la que se ha estado expuesto previamente”.

Así, este experto cita un estudio que examinaba el apetito en ratas a diferentes temperaturas que encontró que los animales que vivían en un ambiente cálido pero se alimentaban en un entorno frío ganaron mucho más peso que los animales que permanecieron en un entorno cálido para comer.

“Este descubrimiento sugiere que si se pasa la mayor parte del tiempo en un espacio caliente, pero se come con aire acondicionado, podríamos terminar comiendo más de lo necesario”, con el agravante además de que si después es necesario salir a un exterior con temperaturas elevadas “va a resultar aún más difícil disipar el calor”, señala Javier S. Perona. Este experto destaca que el conocimiento del efecto del aire acondicionado sobre el apetito es utilizado por los restaurantes para conseguir un ambiente que favorezca una mayor ingesta.

Cuál es la temperatura idónea

Con respecto a la temperatura indicada para regular una ingesta óptima, Javier S. Perona explica que existe un rango amplio para asegurar el funcionamiento del metabolismo en una zona termoneutral y que estaría entre 70 F y 85 ºF, que varía lógicamente también en función de la ropa que llevemos. “También depende de la edad, la cantidad de grasa que tengamos y del gasto energético, entre otros factores”, indica este experto, para quien “deberíamos consumir alimentos dentro de nuestra zona termoneutral”.

Qué pasa si los alimentos están calientes

Y si comer produce calor cuando los alimentos que se ingieren están calientes el efecto es aún mayor. “Por el contrario, los alimentos fríos minimizan el efecto térmico de la comida. Por eso en verano nos apetecen tanto las sopas frías, y los helados”, explica Javier S. Perona.

Hábitos nocivos cuando hace mucho calor

Violeta Ramírez, especialista en medicina de familia y también graduada en Dietética y Nutrición, advierte de los hábitos nocivos que se adaptan en verano y particularmente en momentos de olas de calor “cuando vemos que se desplaza el consumo de alimentos con una buena densidad de nutrientes”.

“Se tira mucho de sopas frías, como gazpacho o salmorejo, que son muy saludables si no nos olvidamos de añadir proteína”, explica Violeta Ramírez, quien advierte en cambio de que “es demasiado frecuente hincharse bebiendo zumos industriales o refrescos o tomando helados que aparentemente quitan el apetito, pero no sacian a largo plazo y tienen efecto adictivo. La gente tiene menos hambre cuando llegan las olas de calor pero picotean mucho y aún así tienen la sensación de que no ha comido cuando lo que está haciendo es aumentar las calorías que ingieren”.

Esta experta insiste en la importancia de hidratarse fundamentalmente a través del agua, “no de otras bebidas con mucho azúcar y menos aún con bebidas alcohólicas, incluida la cerveza, que lo que hacen es favorecer la deshidratación”. Además, señala que el verano es una época idónea para aumentar el consumo de frutas, verduras y legumbres, incluso en ensalada, que tienen además alto contenido en fibra y efecto saciante.

Control cerebral sobre la saciedad

Tanto Javier S. Perona como Violeta Ramírez recuerdan además que no es lo mismo hambre que apetito y que el abuso de alimentos y bebidas como refrescos, zumos industriales y helados “disminuye nuestra capacidad de control sobre de la saciedad, que es un mecanismo que funciona a nivel cerebral y activamos muy bien de niños pero que vamos estropeando con el paso del tiempo”, explica Ramírez.