El presidente de Rusia, Vladimir Putin, tenía previsto visitar Beijing en medio de crecientes tensiones en torno a Ucrania. El viaje pretendía reforzar los lazos de Moscú con China y coordinar sus políticas ante la presión occidental.
Las conversaciones de Putin este viernes con el presidente de China, Xi Jinping, sería el primer encuentro en vivo entre ambos desde 2019.
Los dos mantienen una cercana relación personal que ha sido clave en la creciente colaboración entre los dos antiguos rivales comunistas. Después de reuniones entre dignatarios de ambas partes, Putin y Xi celebrarán un almuerzo privado antes de asistir a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno.
En un artículo para la agencia china de noticias Xinhua publicado este jueves, Putin recalcó que Moscú y Beijing juegan un “importante papel estabilizador” en asuntos globales y ayudan a hacer las cuestiones internacionales “más equitativas e inclusivas”.
En una aparente referencia al boicot diplomático de Estados Unidos y varios de sus aliados a los Juegos, el mandatario ruso lamentó “los intentos de algunos países de politizar el deporte en favor de sus ambiciones”.
Aunque varios dignatarios occidentales han evitado acudir a los Juegos de Beijing en protesta por la detención de más de un millón de musulmanes uigures en la región noroccidental china de Xinjiang, líderes de las naciones exsoviéticas de Asia Central, que tienen estrechos lazos con Rusia y China, siguieron el ejemplo de Putin de asistir a la justa olímpica.
China y Rusia han encontrado cada vez más terreno común ante lo que consideran el desprecio de Estados Unidos por sus preocupaciones territoriales y de seguridad, dijo Li Xin, director del Institute of European and Asian Studies de la Universidad de Derecho y Políticas de Shanghái.
Los dos gobiernos han empezado a burlarse de las dificultades internas de Estados Unidos, desde el asalto al Capitolio del año pasado a sus problemas para combatir el COVID-19.